Ésta es una historia verídica del año 1970
más o menos. La historia se centra en una joven muy bonita, con su cabello
negro, largo y ojos grandes y expresivos.
La gente del lugar tenía una creencia muy peculiar: decían que “cuando una mujer se viste de blanco y se encuentra con un muchacho vestido de negro y bailan, huele a boda y se casan”. Así que esta joven, en vida, le dijo a su abuela que le hiciera un vestido blanco y que el primer joven que encontrara vestido de negro, con él se casaría.
En esos tiempos había un baile anual muy conocido en aquella ciudad, en un parque llamado La Pérgola. Dentro del mismo hay unas escaleras muy pesadas y un cerro al que llaman “El cerro de la memoria”.
La gente del lugar tenía una creencia muy peculiar: decían que “cuando una mujer se viste de blanco y se encuentra con un muchacho vestido de negro y bailan, huele a boda y se casan”. Así que esta joven, en vida, le dijo a su abuela que le hiciera un vestido blanco y que el primer joven que encontrara vestido de negro, con él se casaría.
En esos tiempos había un baile anual muy conocido en aquella ciudad, en un parque llamado La Pérgola. Dentro del mismo hay unas escaleras muy pesadas y un cerro al que llaman “El cerro de la memoria”.
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Pasaron tres años y el baile en La Pérgola seguía realizándose puntualmente. La mamá de la joven siempre le hacía una misa en la fecha de su muerte, pero ese día no lo hizo. Ya tarde, como a las nueve de la noche, se dice que la joven salió del cementerio con el vestido blanco que llevaba cuando falleció.
Unos muchachos la vieron pasar, les gustó y la
siguieron; le decían piropos porque era bonita, muy bonita. La muchacha subió
las anchas escaleras ya que la pista de baile estaba en lo alto, como a la
mitad del cerro. La joven entró al lugar, como flotando, todos la miraban con
gran sorpresa como si jamás hubieran visto una chica tan bella. Llamó la
atención de todos los jóvenes presentes, y muchos la invitaban a bailar pero
ella se negaba. Un poco más tarde entró un joven vestido de color negro y se
vieron, la chica le interesó y la invitó a bailar, y ella entonces sí, con
agrado aceptó.
Bailaron toda la noche mientras que los demás los
veían, el muchacho estaba cautivado con su belleza y hasta se olvidó de sus
amigos.
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La mañana siguiente era domingo y su mamá acostumbraba hacer el desayuno tarde, como a las 11:00 a.m. En eso llegó el joven y la señora abrió la puerta, él le preguntó por una muchacha, que por cierto, nunca le dijo su nombre, entonces la señora le contestó que se había equivocado de casa, que tal vez era en la casa de enfrente donde había una chica muy bonita. El muchacho le respondió que no, que él había esperado hasta que la vio entrar en la casa. Molesta porque creía que se trataba de una broma y al ver al joven tan insistente, la señora lo invitó a pasar a su hogar. Él le describió cómo era la joven con la que había bailado toda la noche. Entonces la señora le dijo:
- Mire joven, yo tenía una hija, pero ella murió hace cosa de tres años en un accidente. El joven, entre molesto y sorprendido se negó a creer aquello y le indicó a la señora que eso era imposible, ya que él había bailado con ella la noche anterior y la había acompañado hasta la puerta de esa casa.
La señora fue en busca de una foto de su hija y se la mostró al muchacho. Él se puso nervioso porque la chica de la foto era la misma de la noche anterior, no obstante dudaba que estuviera muerta y porque además le había prestado su saco. Ya un poco exasperada, la mamá de la chica le dijo al joven: “Vamos al cementerio, en la cruz verás el nombre de mi hija y la fecha en que murió”
Caminaron hasta el cementerio (que está muy cerca
de la casa), entraron y al llegar frente a una tumba, ella trémula dijo:
-Aquí es, esta es la tumba de mi hija. El joven se
puso como loco al ver su saco colgado en aquella tumba. Se cuenta que después
que se enteró que había bailado toda la noche con una muerta, el joven perdió
la razón y no se supo más de él...
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